En un sótano oscuro, donde la oscuridad reinaba,
Había una sumisa llamada Keimy, con un corazón desbocado.
Ella había encontrado a su Señor, un hombre de poder y
control,
Que la llevaba a lugares oscuros, donde sus deseos eran el
objetivo.
El Señor, con una voz ronca, le dijo a Keimy con un susurro,
"Quiero verte temblar, quiero verte temblar bajo mi
poder".
Y Keimy, con un gemido, se inclinó ante él, listo para ser
poseída.
El Señor la llevó a un cuarto, donde las velas ardían con
luz,
Y allí, sobre una cruz de madera, la esperaba su castigo.
Keimy se acercó con temor, pero también con deseo,
Sabía que su Señor era su único Dios, y que su placer era su
único objetivo.
El Señor la ató con cadenas, la llevó a un lugar de
tormento,
Y comenzó a azotarla, a hacerla temblar, a hacerla gemir.
Keimy gritaba de dolor, pero también de placer,
Porque este era el mundo que ella había elegido, donde el
dolor y el placer eran uno.
El Señor la dejó allí, mientras él se alejaba, satisfecho,
Y Keimy quedó sola, con sus pensamientos y su dolor.
Pero ella sabía que él volvería, que volvería a poseerla,
Y que, mientras tanto, ella tendría que soportar su castigo.
Y así pasó la noche, con Keimy atada a la cruz,
Y su Señor ausente, pero siempre presente en su mente.
Keimy esperaba su regreso, sabiendo que era su única verdad,
Y que, cuando él llegara, ella estaría lista para recibirlo,
sin importar el dolor.