Como podría olvidarte.

 

Cómo poder olvidar ese momento íntimo

momento que paró el tiempo para nosotros,

momento en el que nuestros cuerpos bailaron

con la música del deseo, la danza del amor.

 

Tengo presente en mí, la imagen de nuestra pasión,

el olor de nuestros cuerpos desnudos gozando,

el sonido de nuestro lenguaje comunicando el deseo,

la suavidad de nuestra piel moviéndose y acariciando.

 

Veo el lugar donde volamos para alcanzar el éxtasis,

rincón cuyas sábanas fue un manto blanco y brillante,

donde la música de ambiente la formaba el viento

y la luz del sol daba la nota ardiente y envolvente.

 

Fue un acto de amor, solo un acto,

pero donde nuestros cuerpos varias veces gozaron,

solo una vez fue el acto del amor

pero continuo y con multitud de orgasmos,

porque no fue empezar, acabar, esperar y empezar,

sino llegando el culminar del deseo no dejamos parar,

las sensaciones que hacen brotar el fuego

y en el tiempo que el soñar de nuestros cuerpos,

de nuestras mentes y nuestra carne eran solo…

puro deseo.

 

Veo que llegamos a nuestro rincón de amor,

entre risas, bromas y alegrías,

hablando sin tener idea de buscar el sabor

que nos llevaría a gritar alabanzas

de la unión que hubo entre tú y yo

y que nos unió en un ritual de esperanza,

para sentirnos unidos en nuestro candor

y al límite de una pasión sin mordaza.

 

Nos miramos y nuestros ojos quedaron fijos,

nuestros labios se mojaron al sentirse observados,

nuestra boca se unió en un beso latente

y nuestro rostro cambió por lo que se estaba formando.

 

Al mirarte acaricié tu cara, recorriendo tu perfil,

pasé mis dedos por ojos y labios llenos de deseo,

acaricio con la humedad de mi lengua

ese rostro que me llena y cubre mi ego,

pero no solo pienso en mí, mi vida,

sino que busco aprender de tu cuerpo.

 

Desprendí tus ropas de tu figura ardiente,

desnudé mi cuerpo para fundirnos en un abrazo,

calor y ardor crecieron en esa fusión,

sensación de deseo al estar en tu regazo.

 

Desnuda ante mí empecé a descubrir

todo aquello que se presentaba para mi estado,

empecé a aprender de lo que se presentaba

orgulloso de tenerte a mi lado.

 

Tus pechos se alzaban como altas montañas

cuya cumbre era tu abultado y suave pezón,

al acariciarlo sobresalía hacia el cielo

invitando a mi boca para una succión.

 

Recorrí las laderas de tus pechos,

haciendo que mis manos y boca los escalaran,

buscando el mejor camino para que en ellos

una electricidad poco a poco los surcara.

 

Bajé mi lengua por esas laderas,

pasee mis caricias por la llanura que precedía,

llegando a la hondonada de tu ombligo que me llamaba

para bajar a ese pequeño orificio.

 

Desde el ombligo marqué los senderos

para no dejar rincón sin conocer

profundizar en el relieve de tu cuerpo sumido

y buscar el tesoro que contiene todo nuestro placer.

 

Marché por la llanura sonrosada

dejando en ese terreno semillas de caricias,

abonando con besos ese valle aun en calma

conociendo el precursor de otras delicias.

 

En lo alto diviso aún las montañas

me indican adentrarme en otro recorrido,

nuevos paisajes que me abruman

para desear en ellos quedar perdido.

 

Bajé hasta un bosque lleno de vegetación

donde hurgué con la yema de los dedos,

suavidad en el paso de ese contacto,

deleite al hundirme en sus enredos.

 

Saliendo del bosque encontré un torrente,

se deslizaba por un insinuante desfiladero,

paredes que escondían una gruta y su río

que atrajeron el cambio del sendero.

 

Manos, dedos, labios, lengua y aliento,

se unieron para descubrir ese paraje variado,

contrastes de pliegues que creaban un interior

donde mana un manantial lleno de deseo.

 

Bajé a la gruta y entré en la caverna,

explorando su interior mi cuerpo se abrazaba a tu cuerpo,

nos dejamos cubrir con las esencias

que nos regalan los fluidos y aromas del momento,

provocando poco a poco una grata revolución

donde un terremoto por aparecer se hizo intento.

 

Salí de la cueva y bebí del agua que la corría

dándome aliento para seguir la exploración,

marqué rumbo a todos los caminos

donde las fronteras parecían pedir perdón,

pero indicaban nuevamente una subida

y buscar un nuevo rincón.

 

Llegué a unos montes gemelos

cuando tú me ofreciste la espalda,

glúteos que mi piel recorría

profundidad que me llamaba,

en ese camino se escondía

esa misma cascada,

torrente y cueva se ofrecía

aun estando de espaldas.

 

Decidí marchar hacia arriba

y masajear esa espalda,

zonas erógenas aparecían,

lugares que me provocaban,

el ansia por saborear

todos los lugares que ahí estaban.

 

Todo el relieve de tu cuerpo quedó explorado

y el fuego de la lava nos iba recorriendo,

terremoto y volcán querían brotar

para en su caminar irnos venciendo.

 

Pero besos, abrazos, caricias,

nuevamente surgían entre nosotros,

nuestros cuerpos no paraban de pedir

lo que ya gritaban nuestros rostros,

pero quisimos demorar al máximo

el momento de culminar el placer,

porque disfrutábamos el amar

tanto como dar salida al nacer.

 

Yo te acariciaba y tu caricia me transportaba,

yo te abrazaba y tu abrazo me aprisionaba,

yo te besaba y tu beso me alzaba,

yo te amaba y tu amor me extasiaba.

 

Sin dejar de besarnos escalé tus montañas,

me deslicé por la suavidad de tu llanura

me perdí en tu bosque con flora innata

me refugié en tu cueva saboreando su frescura,

al sentir como las aguas de su río me mojaban,

aun siendo el tacto de alta temperatura.

 

Tu roca que separaba el monte, desfiladero y gruta,

tenía ya una dureza altamente formada,

ese punto que al acariciarlo con cada ruta

formaba en el río mayor cantidad de agua,

y me pidió entrar en la cueva

para excitar toda mi alma.

 

Gemidos callados, miradas cómplices, cuerpos unidos,

en un baile donde cada vez entraba más en ti,

donde tu roca quería estallar para hacerte volar

al sentirse estimulada, en este baile sin fin,

pero un principio... el momento de gozar.

 

Nos miramos y nos dejamos llevar

entre besos, caricias y abrazos,

el terremoto creció y el volcán estalló

sin poder dejarnos de hablar,

nuestros cuerpos explotaron

inundándonos del tesoro del gozo y de podernos amar.


Que es una Kajira.



Kajira es el término para esclava en las novelas de Gor de John Norman. Los esclavos en el estilo de vida goreano se referirán a sí mismos como kajirae. Se dice que la frase "la kajira" significa "soy una esclava". en el idioma goreano, la lengua franca más hablada en las regiones conocidas del planeta Gor.

La palabra generalmente se ve en la forma femenina "kajira", ya que la mayoría de los esclavos en el estilo de vida goreano son mujeres; las formas masculinas son "kajirus" y "kajiri". La construcción "kajiras" es incorrecta, pero ocasionalmente se ve en escritos de terceros. Existen varias técnicas en la cultura goreana para enseñar a los esclavos goreanos la conducta correspondiente.

Las tareas de los esclavos pueden incluir no solo la esclavitud sexual, sino también la capacidad de mantener un hogar, poseer habilidades artísticas, use un atuendo atractivo y diríjase al maestro de cierta manera.

Las esclavas goreanas están marcadas, lo que significa que están marcadas con ciertos signos quemados en la carne al ser esclavizadas. Para marcar a un esclavo como propiedad de un dueño en particular, se coloca un collar con el nombre del dueño sobre el esclavo.

Básicamente, una kajira es una esclava goreana que está marcada con un kef y puede tener o no collar, propiedad de una taberna o de un amo/a.

Hay una diferencia entre un kajira y un esclavo. Una kajira sirve a su Maestro con orgullo, su sumisión proviene de lo más profundo de su alma y también es parte de su corazón. Una verdadera kajira se arrodillará frente a su Maestro y entregará no solo su cuerpo, sino también su mente, corazón y alma. Ella le pertenece completa, total e incondicionalmente. Esto va mucho más allá de la confianza; una kajira debe tener integridad, lealtad y honestidad; sin esos valores no tienes nada; con ellos lo tienes todo.

Incuestionablemente debéis esforzaros por agradar a vuestro Maestro porque su palabra es ley. Él te protegerá, te nutrirá y te guiará. Él te castigará, no con odio o crueldad, sino con amor y cuidado para hacerte fuerte y especial.

Los verdaderos kajira son una propiedad valiosa, porque con todo su corazón solo quieren darle un gran placer a su Maestro. Ella hace esto con la belleza de sus servicios, el orgullo con el que usa su collar y trabaja continuamente en formas de complacer a su Maestro.

Una kajira NUNCA debe deshonrar a su Maestro, su collar y la kajira de su hermana. Si alguna vez un Maestro te hace servir a alguien más, debes hacerlo con el mismo orgullo y amor que muestras por tu propio Maestro.

Una kajira es diferente de un esclavo, cualquiera puede ser un esclavo, pero solo unos pocos son verdaderos kajira. Por eso son especiales.


La Duda.


Mis ojos sólo han visto 

el deseado fulgor de tu lenguaje en mi mente,

ventana que a ti me acerca y me separa...


Te veo,


y en mi mente se entremezclan un caos de imágenes ...

dar cuerpo a la idea de tu cuerpo,

dar vida a la idea de tu alma...

 

Te veo,


y en mi cuerpo se inflaman mil deseos oscuros y lejanos... 

el ansia de la entrega...

la voluntad de los años...


Te conozco y desconozco al mismo tiempo


me siento tuyo...

entregado... 

sensibilizando mi piel ...

respiro de ti cada palabra... 

huyen las sombras...

el deseo...


La furia de tu anhelo

y tú llamada...


Sé que vendrás un día,


sé que iré... 

aunque es incierto si este saber es fe o es esperanza.


Y cuando vengas,

o si vienes

y cuando vaya...


¿cómo resistirán mis ojos tu mirada?


Martillea una duda en mi mente,


y me corre el temor a lo largo de la espalda,


formulando insistente la pregunta,


de, si seré aquello que buscabas...


Esta inquietud me impulsa a veces a refugiarme


en la seguridad de la distancia...

no sé si prefiero mi llegada,

o soñarte en esta ausencia...

no sé si temblar ... 

reír... 

llorar...

ni cómo dominar esta añoranza. 

voy..., 

correré el riesgo... 

o quizá...no,

no vengas,

que no quiero

morir de angustia si me faltas...

O sí....

acaso...

tal vez..., 

perdón, mi Amor, es el temor quien habla...

 

Llegaste a mí


espérame, 

abre tus brazos,

y recibe la entrega de mi alma.


Perdona con amor mis dudas.

Porque de verdad te amo, mi Mariposa Negra.