Oscuridad en el ambiente, tu cuerpo inmovilizado tendido boca abajo sobre una superficie dura y fría. Sientes una caricia suave y cariñosa en las nalgas. Recorre tu espalda muy lentamente. Tragas saliva, y de pronto sientes un gran ardor en tus nalgas, como si te hubieran puesto una braza caliente… y no es más que una gran nalgada. Placer y dolor se unen y te sientes incapaz de adivinar lo que está por venir…
¿Has sentido alguna vez curiosidad por experimentar una
situación parecida en la que placer y dolor van cogidos de la mano? ¿Serías
capaz de encontrar el equilibrio perfecto entre premio y castigo? La
utilización del dolor para adquirir placer como resultado siempre ha estado muy
presente en nuestros juegos eróticos y sexuales. Aquí es donde te preguntarás…
«¿Soy una persona desequilibrada por sentir deseos de introducir el dolor en
mis relaciones sexuales?» y «¿Cómo puedo hacerlo de manera correcta sin correr
riesgos?».
El origen científico: el placer animal.
Si recurrimos a la ciencia veremos que el dolor no es más
que una respuesta nerviosa hacia un estímulo que, por lo general, genera una
sensación desagradable. Entonces… ¿Cómo es que a veces es capaz de causarnos
placer? Muy sencillo, cuando sentimos placer y dolor nuestro cerebro genera la
misma sustancia: la dopamina. La dopamina es un maravilloso químico cerebral
que nos proporciona una sensación intensa, es comparable a la sensación del uso
de algunos estupefacientes. En el caso del placer, la dopamina nos genera un
estado de relajación y bienestar, mientras que en el caso del dolor su objetivo
es disminuirlo. Como podéis comprobar, placer y dolor están estrechamente
relacionados entre sí.
La liberación a través del dolor.
El ser humano siempre ha tenido un lado oscuro que la
sociedad ha intentado reprimir, un instinto salvaje y animal que nos devuelve a
nuestros orígenes y deja atrás el uso de la razón. Estos instintos nos provocan
deseos y pensamientos inconcebibles para la sociedad en la que vivimos, sin
embargo… ¡ahí están! Y son totalmente normales. Buscamos el placer en el dolor
porque en realidad lo que anhelamos es la liberación de ese dolor, el hecho de
soportar un ‘castigo’ hasta el final es lo que nos causa esa sensación de haber
sido recompensados por semejante esfuerzo. ¿Tiene sentido, verdad? Por ello
existe el sadomasoquismo, una parafilia sexual que se basa precisamente en
obtener placer a través del dolor en un gran abanico de intensidades y
posibilidades. Desde artefactos cautivadores como látigos, palas, mordazas,
cuerdas, inmovilizadores y un larguísimo etcétera. También podemos usar
nuestros propios cuerpos como máquinas de tortura efectivas para nuestras
víctimas: un buen azote con la mano bien abierta o unos cuantos mordiscos en
los momentos y lugares propicios, pueden ser un juego maravilloso.
Perdida en el tiempo y el espacio, flotando entre
placer y dolor.
Como amante del Shibari, adoro el fuerte abrazo de las
cuerdas sobre la piel de mi sumisa. Es una sensación de poder: sientes como la presión
que ejercen sobre el cuerpo de la sumisa se inmoviliza. El dominante que te
fusiona con sus cuerdas hace todo lo posible por recompensar tu entrega. Desde
castigos deliciosamente placenteros hasta caricias de las más escalofriantes,
solo existen los límites que se hayan establecido y pactado. Situaciones en las
que pierdes la noción del tiempo y el espacio, donde tus sensaciones y
emociones quedan a la merced de esa persona.
Recuerdo una sesión de cuerdas y cera en la que el cuerpo y la
mente de mi sumisa pedían a gritos algo que la dejase sin aliento, algo que
llegase a exceder algunos de sus límites por el placer de sentir el dolor, la
expectación y el “miedo” a lo que podía venir después…
(( Sentada en un pequeño sillón comencé a atar sus piernas,
cada una a un costado del sillón, ya una vez atadas firmemente, tome sus brazos
y los pase por detrás del respaldo, atándolos firmemente a la base de este
pequeño sillón, luego tome otro tramo de cuerda y ate este a su cabello, jale
con cuidado su cabeza hacia atrás, dejándola en esa posición, sujetándola con
firmeza, impidiendo cualquier tipo de movimiento, ya inmovilizada le susurre al
oído, mi amor, mi mariposa negra, ahora sentirás el calor de mi ser.
Fui por un cirio rosa, con cuidado lo coloque en medio de
sus piernas, justamente enfrente de su vagina, ya turgente y húmeda, lo coloque
con mucho cuidado, dejándolo totalmente vertical, y para evitar que esta se
moviera de esa posición, tome la cinta adherible negra y ate con gran fuerza
sus piernas, para que de esta forma el cirio no pudiera cambiar de posición, ya
terminado esto, lo único que hice, fue volver a mover el cirio para que este
quedara completamente vertical y así lo encendí.
Así estuvo a próximamente una hora y media, esto hasta que
oí un suave sollozo de dolor, miedo y tristeza, me levante, le retire el cirio
y sus ataduras, la abrace, acaricie su rizado cabello negro y ella me abrazo
muy agradecida. Diciendo “no había sentido nada igual en mi vida porque… ¡nunca
había probado algo tan intenso!
a.- Salvo que se trate de un castigo nunca apliques solo
dolor, intercala azotes con caricias, pellizcos con besos, sé creativo.
b.- Existen muchos tipos de dolor, juega con todos ellos,
prueba en distintas partes del cuerpo.
c.- Existen muchos tipos de juguetes también. ¡El dolor de
la vara es muy diferente al de una nalgada! Asegúrate de conocerlos todos.
d.- Un buen dominante debe conocer la intensidad de cada
juego, asegúrate de experimentarlo antes tú mismo.
e.- Calienta. El umbral de dolor que puede soportarse en
estado de excitación es mucho más alto que en frío. Haz que tus sesiones vayan creciendo.
Un gran poder conlleva una gran responsabilidad.
Como ya supones, estas prácticas conllevan una
responsabilidad muy grande y es crucial e imprescindible una buena comunicación
con la parte o partes involucradas en la sesión. Es necesario siempre dejar
claros nuestros límites para evitar confusiones o malos tragos durante el
juego. Siempre debemos dejar muy claro todo antes de comenzar y confiar en las
personas con las que compartes estas experiencias. Así deberán ser capaces de soportar
la tortura que quieran, para acabar con una sonrisa en la cara después, y
bueno… con alguna que otra marca también.