Mi gran diosa Tetis,
sumergida en el abismo de mis deseos,
tu presencia me envuelve en un abrazo líquido,
una ninfa de ébano ante el espejo infinito del mar.
Nereida dueña de la marea que inunda mi pecho,
tu melena serpentea, negra y rizada, indómita,
como tu moral rebelde que desafía las corrientes,
arrastras conmigo en un vaivén de pasión antigua.
Galatea, esculpida por la caricia del tiempo y la espuma,
invito a mi alma a entrar en tu secreto más hondo,
en agua que fluye entre mis dedos y te dibuja,
envolviendo cada latido en la carne del deseo.
Náyade de dulce sumisión,
nadando en tus placeres hallo mi origen,
un corazón que late al ritmo de tus olas,
en una entrega líquida, profunda y sin retorno.
Sirena que canta con voz dulce y sensible,
curvas que desafían el silencio convocado,
turgentes senos libres que invitan al amor,
melodías que son promesas y cadenas invisibles.
Nesea, piel húmeda, desnuda, tibieza que atiende,
tu abrazo disuelve mis inseguridades más hondas,
bruja que emerge eterna de aguas juveniles,
radiante salvación en mi noche marinas.
Diosa marina, sol de abismos y renacimientos,
cada sorbo de tu néctar, un rito de juventud,
memoria indeleble en mi alma que bebe,
el misterio infinito de otras Nereidas.
En este vasto océano donde sucumbo y renazco,
tu nombre es mi ancla y mi deriva,
en la oscuridad líquida, eres tú, la que me sostiene,
mi gran diosa Tetis, la que amaré eternamente.
