En el altar.

 

Tú, mi mariposa negra, al vuelo sin igual,
dejas ver la belleza que rompe todo mal,
atada y desnuda, en espera sin final,
venerada en el alma, un ritual espiritual.

En el altar nocturno, cuatro puntos a señalar,
manos y pies atados, juntos a viajar,
por el infinito viaje, al cosmos sin par,
donde el tiempo es sueño, y nada puede parar.

Mujer misteriosa, mi bruja sin igual,
amante de fuego, agua, tierra y el aire vital,
adoradora eterna, en su ritual total,
fuerza y delicadeza en un abrazo letal.

De día, hermosa dama, radiante sol sin fin,
en la tarde sumisa, dulce en su jardín,
de noche, fantasía etérea que hace latir,
al final del día, amante para mí.

Así debe ser, atada al altar sagrado,
desnuda en cuerpo y alma, destino pactado,
inmovilizada libre, por el fuego abrazado,
suplicante que arde, en deseo entregado.

Esperas ser venerada, al cuerpo acariciar,
liberar los anhelos que tu alma quiere dar,
en ese tu altar, donde todo es amar,
un espacio sagrado para juntos volar.

Mariposa infinita, atrapada y reluciente,
con tus alas abiertas desafías lo indecente.
Capturas mis delirios, te burlas del pudor,
pintando mi locura con tu lujurioso color.

Esta noche dormiré, junto a tu calor,
jugando con tu cuerpo, en fuego y en dulzor,
saciando la pasión que brota del interior,
y tú solo disfruta la noche y su ardor.