Dualidad

 

No te conocí de niña,
pero sí de mujer,
con la mirada encendida
y el misterio en la piel.

Joven y desafiante,
como un secreto sin resolver,
inquietante en tu andar
y hermosa al renacer.

Seductora a los ojos,
de todos y de nadie,
voluminosa y firme,
como el deseo que arde.

Cuerpo de tentación,
pecado y arte,
eres la musa prohibida
que el alma comparte.

Sexualmente insinuante,
morbosa en pensamientos,
juegas con las palabras
y enciendes los momentos.

Tus labios son promesas
de oscuros sentimientos,
eres la llama viva
de mis más dulces tormentos.

Exigente en el amor,
sin miedo al abismo,
buscas el fuego puro
en cada espejismo.

Sumisa en el placer,
te entregas al ritmo,
como la luna llena
al vaivén del erotismo.

Mujer de sentimientos
profundos y poéticos,
versos en la mirada
y caricias en los éticos.

Sensible a la pasión,
a los gestos frenéticos,
tu alma es un poema
de instantes magnéticos.

Sensible al dolor,
con placer carnal,
te pierdes en la piel
de un juego inmortal.

Gimes y sonríes
en un vaivén sensual,
donde el gozo y el llanto
se funden sin final.

Mariposa sensible,
amorosa y fugaz,
vuelas entre sueños
sin mirar atrás.

Tu risa es el eco
de la libertad,
y en cada caricia
te vuelves tempestad.

Como la eterna noche
que muere joven,
te desvaneces suave
cuando el alba se impone.

Eres misterio y sombra
que el deseo no doble,
la pasión que se escapa
y en el alma se esconde.

No te conocí de niña,
pero sí de mujer,
y en cada verso tuyo
me vuelvo a perder.

Eres fuego y ternura,
pecado y placer,
la musa que en mis sueños
no deja de arder.