El control

 

Dentro del debate sobre quién tiene el control real en una sesión BDSM, las diferentes perspectivas reflejan la complejidad de la dinámica de poder consensuada.

Algunas fuentes indican que la sumisa tiene en última instancia el control porque es quien establece los límites, negocia previamente y tiene la palabra de seguridad para detener o modular la sesión. Esto implica que la sesión siempre debe ajustarse a sus fantasías y consentimiento, garantizando su seguridad y bienestar. Por eso, aunque el dominante ejerce control durante la sesión, este control está condicionado y limitado por el acuerdo y el consentimiento de la sumisa.​

En cambio, otras personas afirman que el dominante debe tener el control activo y progresivo de la sesión, pues su rol es guiar y adaptar las fantasías de la sumisa conforme a su voluntad dentro del marco acordado. Aquí el dominio se ejerce con responsabilidad y respeto, pero implica que el dominante es quien lleva la iniciativa y conduce la experiencia.​

Finalmente, existe una interpretación que ve la relación como una creación conjunta donde ambos están al servicio de la sesión y de la experiencia mutua, una danza consensuada de poder y entrega que se fundamenta en la confianza y en la complicidad activa de ambos participantes. Esta perspectiva trasciende la idea de control unilateral para enfocarse en la conexión y el disfrute compartido.​

Para terminar, en el BDSM el control es un concepto flexible y consensuado. La sumisa tiene el control final sobre lo que acepta y sus límites, el dominante dirige y maneja la sesión con ese consentimiento, y ambos contribuyen para crear una experiencia que les envuelve y satisface a los dos. Así, el control se reparte y se negocia según la dinámica, propósito y confianza específica de cada relación o sesión.