En el altar de la noche,
mi mariposa negra reposa,
atada en la cama, sublime y hermosa,
con sus brazos extendidos en cruz,
sus muñecas rendidas al lazo que goza.
Su cuerpo moreno, desnudo y sensual,
bajo la luna se vuelve ritual,
de rodillas atadas, sumisa y callada,
pies que del techo penden,
como sueños en la nada.
Las cuerdas serpentean,
acarician su cuello con arte sutil,
asfixiante caricia,
dulce y febril.
Privada de sentidos,
sus ojos cubiertos de seda,
en la penumbra su alma se queda,
y sus labios, delgados y sensuales,
adornados por la mordaza de bola,
guardan gemidos, secretos carnales.
Totalmente expuesta,
hermosa, hermosa de verdad,
mi mariposa negra,
en la entrega halla su libertad.